lunes, 21 de febrero de 2011

Nuevos amarres con Hank

Encerrado en su oficina del diario Tabasco Hoy, Miguel Cantón se paseaba de un lado a otro nervioso, iba a su sillón ejecutivo y abría uno de los cajones de su escritorio de donde extraía una bolsa de cocaína compacta a la que arrancaba una buena cantidad y luego picaba con una hoja de afeitar en una bandejilla plateada. El fino polvillo que obtenía lo introducía en una botellita acondicionada especialmente para inhalar coca. Dio vuelta completa al recipiente y con avidez se la llevó a una de sus fosas nasales y aspiró con fuerza, repitió la operación y ahora se la puso en la otra fosa. Soltó un leve gemido de placer y se recostó en el sillón con los pies sobre el escritorio. Entrecerró los ojos y esbozó una sonrisa. No podía creer lo fácil de cómo se había hecho rico y poderoso y las fabulosas cantidades que estaban por venir.
--El próximo año (1994) vamos a exprimir al miedoso pendejo de Gurría, se decía a sí mismo.
El teléfono sonó e interrumpió sus pensamientos.
--¿Quién…?
--Soy Óscar.
--Hola carnalito, cómo están por allá…
--Ya está amarrado aquél asunto que platicamos la otra noche, ya hablé con el profesor y accedió… ¿Qué crees? Nos va a distinguir invitándonos a su rancho Don Catarino, el día del cumpleaños de su esposa.
--Eres un chingón Óscar, pronto vas a gobernarnos…
--Ya les avisé a Carlos, a Samuel, a Guillermo, más tarde me comunico con los demás. Oye, eso sí, todos con familia y regalo, un buen regalo que prenda a la señora, fino, que les guste, okay.
--Está bien hermano, para eso soy especialista… Oye, ¿Para cuándo va a ser?
--Lo olvidaba, para el 13 de diciembre (1993). Llévate a mamá y que todas las mujeres luzcan encantadoras, ¿sale? Está bien, cuídate hermanito, adiós.
--Chao.
El Chino Cantón, estaba eufórico, volvió a sacar la botellita y le dio un beso antes de llevársela a la nariz diciéndole mientras le daba golpecitos con la uña de su delgado dedo índice:
--Ahí adentro está el genio, ¿verdá? Echó su cabeza para atrás y aspiró dos veces, casi de inmediato tuvo una sensación de gran poder:
--Está re’ buena, pensó. Marcó a su casa y preguntó:
--Nora…
--Ahorita don Miguel… le contestó una de las sivientas. Pasaron unos minutos antes de escuchar la voz melosa de su esposa:
--¿Qué quiere mi ratoncito hermoso? Le dijo.
--Prepárate para ir de shopping a Miami…Vamos a ir con mi mamá…
--¿Qué te traes escondido ratoncito, anda, dímelo…
--Tenemos que hacer un buen regalo, que sea el mejor, estoy pensando en la Joyería Tiffany o Cartier…
--¿Y yo qué, mi amorcito?
--Ya vamos hablar en la casa, alístate porque nos iremos lo más pronto posible, ¿okey?
--Pero luego te vas a Prados y no te veo…
--No voy a ir allá, te pasó a ver…
--Está bien ingrato, me quedo con la duda…
--Al rato voy a la casa, no vayas a salir. Luego de colgar el teléfono, buscó de nuevo la botellita en una de las bolsas de sus pantalones y la operación del frasquito se repitió.

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